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Desde hace unos meses nos hemos visto bombardeados por numerosas informaciones relativas a esta enfermedad desde distintos puntos de vista. Básicamente incidiendo en los aspectos médicos y las consecuencias que pueden tener para la población en general (leves) y para las mujeres embarazadas en particular (más graves por afección del feto).
De esas informaciones tan variadas hemos sabido, entre otras cosas, que el virus causante de la infección pertenece al grupo de los Flavivirus y que se identificó por primera vez en Uganda en la década de los 40. También hemos aprendido que el agente vectorial implicado para la transmisión son los mosquitos del género Aedes y que la especie más implicada es concretamente Aedes aegypti. Este mosquito es el que transmite otras enfermedades tropicales como el dengue y el chikungunya de las que ya se ha hablado en este blog. Igualmente conocemos que a día de hoy no hay una vacuna desarrollada contra la enfermedad.
Como empresa implicada en la mejora de la salud pública a través del control de plagas, nos interesa más la vertiente del control vectorial de los agentes transmisores de la enfermedad que los otros aspectos desde los cuales puede verse y estudiarse la enfermedad (sin duda también muy interesantes).
Se sabe que los mosquitos del género Aedes suelen picar de día (no por la noche como la mayoría de las especies) y que además, las hembras, pican varias veces para realizar la toma de sangre, por lo que las posibilidades de transmitir el virus son mucho más elevadas que en el caso de otras enfermedades. Además, tiene gran capacidad de adaptación a distintos ambientes, especialmente urbanos, donde han encontrado suficientes recursos para reproducirse.
De esta forma, las estrategias de control se enfocan de varias maneras distintas pero todas ellas complementarias entre sí. Por un lado, las medidas de ordenamiento del medio para restringir los lugares de cría de los mosquitos (cualquier lugar imaginable donde el agua pueda quedar estancada como macetas, neumáticos abandonados, orificios en árboles, depósitos de agua, etc), la información a la población sobre estas medidas y otras de protección personal (vestimenta, hábitos para evitar a los mosquitos en las horas de mayor riesgo, uso de relentes, etc) y finalmente la lucha directa contra los mosquitos adultos y sus fases larvarias.
Lo primero que se nos viene a la cabeza son los tratamientos insecticidas masivos, pero esta estrategia, aunque pueda parecer efectiva a ojos de la población dando la sensación que las autoridades “hacen algo”, sólo es recomendable para casos de emergencia. Por tanto, descartada esta actuación por demasiado agresiva y con implicaciones medioambientales colaterales, las autoridades sanitarias, encabezadas por la OMS, están promoviendo distintos métodos que a continuación resumimos.
Veremos en las próximas semanas y meses cuál de estos métodos se impone al resto, aunque seguramente tendrán que aplicarse de manera complementaria.
FUENTE: Organización Mundial de la Salud (OMS)