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La Legionella es una bacteria gramnegativa en forma de bacilo, con dimensiones que varían entre 0,5 a 0,7 micras de ancho y de 2 a 20 micras de longitud. Esta bacteria es móvil gracias a la presencia de flagelos y carece de formas de resistencia, como esporas.
Pertenece a la familia Legionellaceae, que comprende alrededor de 30 especies y más de 50 serogrupos. Entre ellas, Legionella pneumophila es la más significativa, siendo responsable de más del 90% de las infecciones en humanos. Dentro de esta especie, el serogrupo 1 es el más común en casos clínicos.
La bacteria Legionella fue identificada por primera vez en 1976 tras un brote epidémico que afectó a 182 personas durante una convención de la Legión Americana en un hotel de Filadelfia, Estados Unidos. Este evento llevó al reconocimiento de la bacteria como la causante de una forma grave de neumonía, denominada "enfermedad del legionario" o legionelosis.
La Legionella se encuentra de forma natural en ambientes acuáticos, como ríos, lagos, estanques y fuentes, especialmente en presencia de lodos y materia orgánica que le sirven de nutrientes. Desde estos reservorios naturales, la bacteria puede colonizar sistemas de distribución de agua, incluyendo las redes de edificios.
La infección en humanos ocurre principalmente al inhalar aerosoles contaminados con la bacteria, que pueden generarse en dispositivos como sistemas de aire acondicionado, torres de refrigeración, jacuzzis y otros sistemas que utilizan agua
Con frecuencia, estas instalaciones poseen elementos, conocidos con el nombre de amplificadores, en los que se produce el estancamiento del agua y la acumulación de productos que sirven de substrato para la bacteria (lodos, materia orgánica, material de corrosión, amebas, otras bacterias, etc.) posibilitando su multiplicación hasta concentraciones infectivas para el hombre.
La proliferación de Legionella en sistemas artificiales de agua se ve favorecida por varias condiciones ambientales:
Temperatura del agua: la bacteria se multiplica entre 20°C y 45°C, con una temperatura óptima alrededor de 35°C.
Estancamiento del agua: la falta de flujo favorece el crecimiento bacteriano.
Presencia de nutrientes: la existencia de lodos, materia orgánica, óxidos y otros sedimentos proporciona nutrientes esenciales para la bacteria.
Formación de biopelículas: las superficies internas de tuberías y tanques pueden albergar biopelículas que protegen y facilitan la multiplicación de la bacteria.
La legionelosis es una enfermedad que se puede prevenir si se implementan medidas adecuadas de control en los sistemas de agua. Estas incluyen:
Mantenimiento regular: limpiando y desinfectando de manera periódica de sistemas de agua, como torres de refrigeración y sistemas de agua caliente sanitaria.
Control de temperatura: manteniendo el agua fría por debajo de 20°C y el agua caliente por encima de 50°C para inhibir el crecimiento bacteriano.
Prevención del estancamiento: asegurando un flujo continuo de agua y evitar zonas muertas en el sistema de tuberías.
Monitorización y análisis: realizando análisis microbiológicos periódicos para detectar la presencia de Legionella y evaluar la eficacia de las medidas de control implementadas.
Implementar estas estrategias es esencial para minimizar el riesgo de proliferación de Legionella y proteger la salud de las personas que puedan estar expuestas a sistemas de agua susceptibles.