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Garrapatas... ¿pueden ser vectores de la enfermedad de Lyme?

Iniciamos el año 2022 con un artículo sobre la Fiebre Hemorrágica Crimea – Congo transmitida por garrapatas y continuamos ahora con otra enfermedad emergente también relacionada con la picadura de estos artrópodos y que se conoce como enfermedad de Lyme. 

La razón de insistir en este tema de las enfermedades transmitidas por garrapatas es la continua aparición de noticias en los medios de comunicación referidas a estos artrópodos. En esta ocasión se hace mención a una enfermedad infecciosa importante en la que las garrapatas actúan como vectores intermedios de un agente bacteriano denominado Borrelia burgdorferi que transmiten a las personas tras haberla adquirido previamente de animales silvestres como ciervos, aves o roedores.

La enfermedad de Lyme fue reconocida por primera vez en la década de los 70’s en Estados Unidos y es, probablemente, la enfermedad más común de este país y también de Europa transmitida por garrapatas.

Las personas más propensas a infectarse, son aquellas que viven o transitan por zonas donde hay una presencia frecuente de garrapatas o que tengan contacto con fauna silvestre.

Aunque el nº de afectados no es especialmente elevado, su importancia radica en que se considera una enfermedad emergente por el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades, con un incremento porcentual de afectados muy elevado en los últimos años.

Los síntomas iniciales en las personas cursan con fiebre, sarpullidos en la piel, escalofríos, cefalea, dolor muscular y ganglios inflamados. Según avanza la infección, se pueden afectar las articulaciones, corazón y sistema nervioso, por lo que la sintomatología se agrava con artritis, parálisis facial, palpitaciones, mareos, dificultad respiratoria, inflamación de cerebro y médula espinal entre otros síntomas.

Cada individuo puede reaccionar de forma diferente a la infección, pero en general se establecen tres etapas que pueden superponerse en ocasiones. La primera etapa es denominada como “localizada temprana”. La segunda etapa adquiere el nombre de “diseminada temprana”. Finalmente, a la tercera etapa se la conoce como “diseminada tardía”. 

Es importante decir que no hay pruebas de que se trate de una enfermedad contagiosa entre personas. Es decir, es necesario que se produzca la transmisión de la bacteria a través de la picadura de la garrapata. No se contempla la transmisión vía fluidos corporales (tos, estornudos, saliva, leche materna) ni por vía sexual o transfusiones de sangre. Además, para que la transmisión del agente bacteriano se produzca de manera efectiva, la garrapata debe estar adherida a la persona durante un número suficiente de tiempo (24 – 36 horas).

Con todo lo comentado, para evitar correr riesgos innecesarios con respecto a las picaduras de garrapatas, si vamos a pasear o caminar por zonas donde haya presencia de estos hospedadores es conveniente llevar ropa adecuada que nos cubra la mayor parte del cuerpo, ir por los caminos habilitados y revisarnos a nosotros y a nuestras mascotas con frecuencia para descubrir si alguna garrapata se ha adherido a nuestro cuerpo. En este caso, debe quitarse con unas pinzas de manera cuidadosa (no utilizar químicos ni otras técnicas agresivas que puedan dejar una parte de la garrapata en el interior de nuestra piel). 

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