A ver, ejercicio de memoria para todos aquellos que vivisteis vuestra infancia entre los 70 y los 80… Y alargad el oído los millennials y la generación Z (en Rentokil Initial tenemos de todo), porque el post de hoy va de historias viejunas, de esas que contadas con la perspectiva actual parecen como de otro planeta, que causan la risa floja a los que no conocieron la época y la sonrisa nostálgica a los que sí.
¿Recordáis esos viajes de vacaciones de verano en el Seiscientos de nuestro padre? Yo sí y especialmente recuerdo la llegada a nuestro destino. El resumen rápido es todos cansados y con aspecto de habernos peleado con una pandilla de gatos callejeros:
- El pelo revuelto por el efecto de la falta de aire acondicionado y las ventanillas bajadas todo el camino (a ver quién era el guapo que resistía seis horas de viaje con 40 grados en agosto sin que entrara un poco de aire, aunque fuera con temperatura saharaui).
- Una sordera de 24 horas tras la fricción permanente de ese aire entrando por la ventana y el radiocasete a toda potencia porque no se oía debido al mismo aire.
- Las piernas, la espalda y ese delicado punto donde acaba esta, doloridos de ir tanto tiempo en la misma postura.
- Una tensión que se mascaba en el ambiente porque cada miembro de la familia había peleado ya varias veces con el resto a causa del aburrimiento, de la diferencia de opiniones sobre cuánto abrir la ventanilla, dónde y cuándo parar o qué cinta poner en el radiocasete.
- Y los faros y el limpiaparabrisas con una capa enorme de cuerpos sin vida de centenares de insectos que habían decidido cruzar la carretera inconscientemente en el momento que tu padre conducía a 100 (aunque tú sentías dentro de aquel Seiscientos que ibas a romper la barrera del sonido) por la recta de la carretera de Andalucía.
Insectos… insectos con mala suerte que se estampaban en el cristal o algunos especímenes con mejor fortuna que se colaban dentro del habitáculo y lograban salvar su pescuezo si no los atrapabas, pero insectos del pasado, porque ahora no sucede eso con la intensidad que antes.
Puede haber varios factores que influyan: las autovías no pasan tan cerca de las zonas arboladas, la aerodinámica de los coches los hace más rápidos y menos mortales para los insectos como moscas, mosquitos, mariposas… y la última y la que nos preocupa de verdad, que los insectos están desapareciendo. De hecho esta elucubración no es un pensamiento facilón y gratuito al que llegamos aquí de pronto filosofando. Hay estudios científicos que corroboran esta sensación que tenemos todos al salir al campo, de que hay menos, de que es difícil o imposible ya ver luciérnagas, de que los grillos suenan menos…
Rezaba la canción de Sinientro Total:
“Ya no hay trilobites en el mar.
En Siberia no queda ni un mamut.
Las ballenas desaparecerán.
Así que, humano, ya sólo quedas tú.
Pueblos del mundo: ¡extinguíos!
Dejad que continúe la evolución.
Esterilizad a vuestros hijos
juntos de la mano hacia la extinción”.
Grandes filósofos los Siniestro. Y, aunque un poco catastrofista, bastante acertada la canción porque es real como la vida misma el tema de la desaparición de las especies.
Según un artículo de Ambientum “Estamos en una era de extinción masiva de insectos y una disminución masiva en el número de insectos podría tener consecuencias gravísimas para el medio ambiente. Una nueva investigación sugiere que el problema está más extendido de lo que los científicos creían. Descubrieron que, un bosque nacional prístino de Puerto Rico (el llamado El Yunque o ‘bosque encantado’), ha sufrido la pérdida un gran número de insectos y los animales que se alimentan de los insectos del bosque también han desaparecido”.
Y, ¿por qué están desapareciendo los insectos?
La teoría más fuerte defiende que se debe a la pérdida de hábitat que están sufriendo.
En El Confidencial hablaban sobre el desconcierto de los científicos con este tema. Parece los científicos “reconocen que el declive en la biomasa de los insectos es alarmante pero no saben exactamente por qué está sucediendo y añaden que hay una necesidad urgente de descubrir las causas de esta catástrofe, aunque sólo alcanzan a apuntar hacia motivos a gran escala y no muy bien definidos”.
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