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Topos en campos de golf, una amenaza real

Si cuidar un huerto o jardín pequeño es ya de por sí una tarea complicada, conservar en buenas condiciones un campo de golf supone un verdadero quebradero de cabeza. Su mantenimiento exige cuidados diarios en cuanto a riego, siega y limpieza se refiere. Sin embargo, existen otros factores que pueden poner en riesgo su estado, imposibilitando así la correcta práctica de este deporte: los topos.

El topo común (Talpa europaea) es una plaga frecuente en los campos de golf, sobre todo del norte de España -siendo Llanes, Asturias, una de las localizaciones que más incidencias reporta-, que compromete la superficie de juego por los túneles que cavan los ejemplares a lo largo del campo. Estas construcciones provocan montículos de tierra y hierba, lo que hace que la superficie no quede todo lo plana que se espera para que la bola corra de la manera adecuada; y, sobre todo, suponen un peligro para la maquinaria que se utilizan en estas zonas para controlar la altura y el estado del césped.

En Rentokil hemos hablado con David Gómez Aguera, director de la Green Section de la Real Federación Española de Golf, sobre el modus operandi de esta plaga, su impacto en los campos de golf, así como maneras de evitar su aparición.

Topos en los campos de golf, un arma de doble filo

Según Gómez, los campos de golf son “paraísos en la naturaleza”. El buen estado de estos, debido a la cantidad de recursos que se utilizan, como el agua, hace que proliferen muchos gusanos, el sustento principal de animales como topos o jabalíes.  “En estos tiempos de sequía que vivimos, los topos encuentran en los campos de golf el alimento que no encuentra en la naturaleza”. 

La presencia de topos en los campos de golf es un arma de doble filo. Por un lado, estos animales hacen control de larvas y gusanos, lo que favorece el mantenimiento en perfectas condiciones de los campos de golf. “Los topos hacen túneles a lo largo del campo, sobre todo en las calles y tees, para que caigan los gusanos y así poder alimentarse. Los green y bunkers no son zonas habituales, pues al ser mayoritariamente de arena, todo lo que construyen termina deshaciéndose”, aclara.

Por otro lado, los topos, al cavar los túneles, sacan la tierra afuera, creando así una pequeña montaña. Como consecuencia, la hierra y la tierra sobrantes se meten dentro de la unidad de corte de los cortacéspedes, desajustando sus valores y, por tanto, estropeándolos. “Cuando pasa esto, la máquina deja de cortar bien en todo el recorrido, por lo que la superficie no queda homogénea”, explica el experto.

Esto supone un gasto económico y de mantenimiento importante para los campos de golf, pues además de reparar las maquinarias, tienen que costear las horas de la persona encarga de inspeccionar y adecentar el terreno. El responsable de la Green Section de la RFEG se queja de que “una vez se mete la tierra y la arena dentro de la máquina, hay que volver a afilar las cuchillas, rectificar los molinetes, etc. Esto se traduce en horas de trabajo y, evidentemente, de desgaste”.

Tratamientos contra el topo común

Para los greenkeepers es, en palabras del experto, un verdadero reto mantener el campo en condiciones, sobre todo por las dificultades que se plantean a nivel europeo en torno a los productos fitosanitarios que se pueden utilizar para tratar este tipo de plagas. “Existe una ley y un decreto europeo que limita el uso de productos que no estén etiquetados expresamente para campos de golf, por lo que los que podemos utilizar, son muy pocos”. 

Aunque se están estudiando productos orgánicos efectivos para evitar la aparición de topos, en Rentokil contamos con un fumigante efectivo, el Arvalin Phos PT 20. Este producto se usa para el control de topos en áreas no agrícolas donde las madrigueras pueden casuar daño, como es el caso de los campos de golf. 

Su uso está limitado a aquellos casos en los que las madrigueras o túneles aparezcan, estén claramente diferenciadas y aisladas de madrigueras de otros vertebrados y siempre y cuando no haya evidencia de actividad animal “no diana”, como tejones, reptiles, zorros, etc. Además, el producto, aplicado por personal profesional especializado y con un tiempo mínimo efectivo de 21 días, no debe usarse a menos de 10 metros de una zona habitada por seres humanos.

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