El otro día, ordenando fotos antiguas en casa, encontré unas cuantas que se correspondían con una época de mi vida que pasé en Londres. Fue acabar la mili y allí que me planté sin un duro en el bolsillo y con la intención de sobrevivir lo suficiente como para pagarme clases de inglés y comer/ beber lo justo. Al final fueron nueve intensos meses, la mayor parte de los cuales pasé trabajando en un pequeño museo llamado Tower Hill Pageant al ladito mismo de la Torre de Londres y que ahora mismo ya no existe. Empecé repartiendo publicidad en la calle y en el metro y luego fui subiendo de categoría hasta llegar a repartirla en el mismísimo hall de un centro comercial. Un ascenso vertiginoso…Bueno, me estoy desviando de la cuestión que quería comentar.
En ese museo aprendí muchas cosas, ya que su intención era enseñar un poco de la historia de Londres a través de los hallazgos arqueológicos encontrados en el Támesis y otras zonas de la ciudad. Y una de las cosas que me llamó más la atención fue la historia de La Gran Plaga de Londres acaecida entre los años 1665 y 1666. Las cifras de afectados y de muertos anulan cualquier comparativa que se pueda hacer con plagas que ocurren en los tiempos actuales.
Parece ser que la denominada Gran Plaga llegó a Londres vía barcos procedentes de Holanda, donde ya había estado causando estragos a una escala mucho menor durante algunos años. El origen de la plaga, denominada peste bubónica, se debía a las ratas, que a su vez transportaban pulgas afectadas por una bacteria llamada Yersinia pestis. Hoy en día algunos científicos aseguran que la plaga podría haberse producido por algún tipo de virus hemorrágico en lugar de por la bacteria mencionada más arriba.
El hacinamiento de la población y las malas condiciones higiénicas de los barrios portuarios fueron los condicionantes claves para que la epidemia se expandiese sin control por toda la ciudad. Como suele ser habitual en estos casos, las clases sociales más altas abandonaron la ciudad y se dirigieron a zonas más seguras en el campo, por lo que la epidemia se cebó con las clases más pobres y desfavorecidas sin medios para poder escapar. Algunos historiadores cifran las muertes entre 2000 y 7000 a la semana en los momentos más críticos de la epidemia. Como es natural, los medios para combatir la enfermedad en la época eran muy rudimentarios, e iban desde quemar incienso y lúpulo para sanear el aire respirable hasta instar a la población a fumar tabaco (cosas de la ignorancia).
Pero fueron dos circunstancias principales las que consiguieron contener la epidemia. La primera de ellas fue la organización de enterramiento de cadáveres sin mayor demora en fosas comunes y la segunda otro acontecimiento histórico que todo londinense conoce, el Gran Incendio de 1666. Ardieron casas y barrios enteros en las zonas más afectadas, ya que eran construcciones de madera y de otros materiales fácilmente combustibles. De esta manera un poco accidental se consiguió contener la plaga.
Una vez estabilizada la situación, los comerciantes volvieron a la ciudad y se inició la reconstrucción de Londres, evitando levantar barrios de forma desordenada, asegurando la construcción de calles más amplias y también de un sistema de alcantarillado que permitiese la evacuación de las aguas fecales de una manera correcta.
Y colorín colorado esta historia se ha acabado…
Genial el artículo, yo que vivo cerca de Londres había oído hablar de la gran plaga de Londres pero no tenía muy clara la historia
Hemos descubierto a un gran escritor… Interesante artículo.