Es una vieja conocida en los ecosistemas ibéricos. Los pinares de toda España reciben, no sabemos si del todo gustosamente, cada año a la procesionaria. Cuando la primavera comienza a mostrar sus primeros rayos de sol, los días más iluminados y los jardines en flor, las orugas de esta especie empiezan a ocupar la corteza de los pinos. Finales de febrero o principios de marzo es cuando los bosques españoles tienen prevista la llegada de la procesionaria. Sin embargo, los cambios bruscos de temperatura y el aumento generalizado de las temperaturas parece estar cambiando su ciclo vital. Tanto es así que, sin dejar atrás enero, la procesionaria del pino ya es protagonista del panorama nacional de plagas.
Su visita anticipada por sorpresa ha pillado desprevenidos a los ciudadanos. De ahí que la procesionaria se haya convertido ya en una plaga a la que hay que hacerle frente sin excusas. Sobre todo, teniendo en cuenta que, además de los desperfectos que provocan en los pinos, su superficie peluda al contacto con nuestra piel puede dar lugar a irritaciones en la piel de todo el cuerpo, en los ojos y hasta problemas a la hora de respirar que pueden extenderse semanas. La salud de las personas y la de nuestros bosques está en peligro.
Resulta que cada mariposa de la procesionaria es capaz de poner hasta doscientos huevos en la copa del árbol. Esto, sumado a que la cifra aumenta a dos mil si tenemos en cuenta los huevos que pueden dejar en el mismo árbol, indica que su propagación es masiva. Porque claro, las mariposas no dejan los huevos y ya está; el resultado de esta extraordinaria capacidad reproductiva son miles de orugas que comienzan su desarrollo en el pino, por lo que su supervivencia es complicada si no se toman las medidas adecuadas.
Lamentablemente, los efectos de la procesionaria del pino no acaban aquí. Ya hemos dicho que pueden provocar alergias, pero vamos a imaginar: dos mil orugas en un pino con alrededor de mil pelos cubriendo su piel… Sí, hablamos de dos millones de pelos urticantes en un solo árbol que, para mayor inri, forman nubes que pululan por el aire hasta aterrizar en el organismo alérgico de cualquier persona. Y si seguimos multiplicando esta cifra por la multitud de pinos que ocupan los bosques afectados, es mejor parar porque los ceros aumentan al mismo ritmo que las mariposas de la procesionaria ponen huevos.
¿Qué hacer ante este panorama? Para los curiosos que se acerquen a los pinos afectados, un consejo muy sencillo: no tocar los nidos de las orugas de procesionaria y protegerse las zonas expuestas, como el cuello, brazos o manos. Para los responsables de poner fin a la plaga, recomendamos nuestros novedosos tratamientos con el que, entre otras cosas, usamos feromonas para monitorizar las poblaciones de mariposas. Siempre desde el respeto al medio ambiente. No hay excusas, la procesionaria se adelanta pero nosotros estamos preparados para la bienvenida.
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