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Llega el final del verano y no puedo evitar ponerme un poco nostálgica. Será la edad o será la depresión post vacacional, quién sabe, pero veo todos esos escolares volviendo a las aulas y me da por recordar, allá por el pleistoceno, cuando la de la mochila y el uniforme era yo.
Y qué divertido era todo, volverte a encontrar con tus amigos, compartir las experiencias del verano y preparar todo para el invierno: nuevo uniforme (con suerte no te pasaba el suyo viejo tu hermana mayor y podías estrenar jersey), libros recién forrados, lapiceros impolutos sin mordisquear…
Pero hay algo que recuerdo con especial cariño en esta época y más desde que mi día a día está lleno de conversaciones sobre insectos y otras plagas en las instalaciones de Rentokil Initial: los coleccionables de insectos. Esos álbumes ochenteros con tapas de colores chillones y un mundo entero que descubrir dentro.
Sí, sí, ya sé que ahora también los hay, y que la colección es de insectos en 3D con todo lujo de detalles… pero no mola tanto.
Así llegaron a mi vida las primeras informaciones un poco más “científicas” sobre coleópteros (escarabajos), lepidópteros (mariposas y polillas), dípteros (mosquitos y moscas), hemípteros (chinches, pulgones…), himenópteros (hormigas)… Y fue así como descubrí curiosidades como que los escarabajos pueblan nuestro planeta desde hace más de 250 millones de años o que las chinches de cama de las que hablaba mi abuela, y que parece que vuelven a ser una plaga que nos acompaña, eran de la familia de los hemípteros. ¡Qué cosas raras archiva nuestra memoria para siempre!
Una de mis piezas favoritas era un álbum sobre mariposas del mundo. No eran cromos al estilo tradicional con formato rectangular, sino que cada cromo era una silueta de una colorida mariposa que podías pegar en su hueco correspondiente con las alas semi-plegadas como si estuviera posado en la página un ejemplar real de este insecto. Sus colores brillantes te hipnotizaban durante un rato hasta que al fin podías pasar al texto explicativo que te contaba sus características y su secreto sorprendente.
Definitivamente la mariposa monarca era la verdadera reina de la colección, y su historia sobre la migración de récord Guinness que hacen fue un descubrimiento equiparable para mí al que tuvo lugar con el de Colón en América. Imaginar a miles de estos insectos haciendo una travesía de a su vez miles de kilómetros sigue siendo una estampa digna de un cuadro en mi mente.
Pero hubo muchas cosas más que descubrí, y todas ellas me sirvieron para valorar el papel que tienen los insectos en nuestros ecosistemas:
De un modo u otro, cada ser nuevo que iba descubriendo tenía su valor y su papel de una manera más o menos directa para el ser humano, como parte de todo ese engranaje.
Y, quién me lo iba a decir, pero el tema que ocupó mis horas infantiles como hobby se ha convertido en algo más “serio” muchos años después y en materia de investigación para mi trabajo.
Y mis descubrimientos sobre la importancia del equilibrio en la naturaleza y la función de esos pequeños seres fueron el caldo de cultivo que me hace entender ahora la relevancia de las empresas de eliminación de plagas más allá de la pura función de evitarnos seres molestos a nuestro alrededor.
Porque con las plagas no basta con “eliminarlas” a cañonazos como versa el dicho, primero hay que entender cómo y por qué suceden, cuáles son las características de cada animal, sus ciclos, sus costumbres… y complementar todos estos conocimientos con la búsqueda de soluciones eficaces que no dañen al resto del entorno y que persigan ese “equilibrio” del que hablamos.